Crítica de EL CLUB EXPRESS – El tiempo, reino de los adultos
El tiempo. Esa maquinaria de los adultos, porque sólo parecen manejarla y comprenderla los adultos. Ése es el tema, abordado desde la mirada mágica del niño, y así lo define la niña protagonista de esta obra: pasa tan rápido para los adultos, porque siempre les falta, y tan lento para los niños, porque siempre les sobra. El tiempo como concepto abstracto pero que rige nuestra vida mientras los pequeños lo emplean en jugar, aprender y soñar.Nina es una niña de ocho años que quiere un patinete. Sus padres le han prometido regalárselo cuando pase un año y, mientras, le toca conformarse con algunas cosas que le han dejado sus abuelos. Nina tiene que ver pasar cada estación: las tardes primaverales, las vacaciones de verano, los días sin jugar por las lluvias del otoño y el frío del invierno. Junto a su árbol y su columpio, una escenografía sencilla pero sugerente y precisa –porque todos nos balanceamos con ella, sí- Nina verá volar las nubes y ese tiempo que le estorba hasta su ansiado deseo. Se dispone a hacer tiempo usando su propia imaginación, jugando e inventando para así explorar tierra desconocida en busca de una catarata o convertirse en la primera niña que pisa la luna. La historia, ya se pueden hacer una idea, es deliciosa. Con unos recursos técnicos sencillos pero de nuevo precisos y suficientes para poner esas pequeñas gotas de magia, y con un tono de hadas marcado con organillo, bricAbrac levanta esta propuesta. Toca a pequeños y mayores. Seduce, porque el lenguaje que usa es mágico, y divierte a grandes y pequeños. Y se debe en su mayor parte al talento de Elena Bolaños para tomar sin prisioneros el escenario, ocuparlo por sí sola y así encandila y divierte. Con un estupendo trabajo actoral para compartir esta pequeña niña-clown, esta soñadora amiga, esta niña llena de preguntas y ganas de descubrir, los niños encuentran en ella la perfecta compañera de juegos. Con ella redescubren cada estación, aprenden juntos y juntos juegan a imaginar y soñar.